sábado, 19 de mayo de 2012

SOBRE LA GENEALOGIA DE JESUS



EL
NUEVO TESTAMENTO  Versión Recobro
Traducido por Living Stream Ministry
Bosquejos, las notas de pie de página, los diagramas y las referencias paralelas por 
Witness Lee. Living Stream Ministry, Anaheim, California
Adaptado para el Grupo de Estudio LIDIAS 
por Catalina González Pons
El estudio de la genealogía de Jesús, es un tema de gran importancia para el pueblo cristiano. El apóstol Mateo necesita mostrarnos los antecesores y la condición de este Rey, a fin de comprobar que El es el sucesor legítimo al trono de David. Para testificar así, que Jesús es el Rey, el Cristo de Dios mencionado en las profecías del Antiguo Testamento.
Por otro lado Lucas, el evangelista, nos quiere demostrar que Jesús es un hombre cabal y normal, para esto nos muestra la genealogía de Jesús, el hombre, a los fines de atestiguar que El satisface todos los requisitos para ser el Salvador de la humanidad. Para comprobar así, usando la genealogía de Jesús, que El es un hombre cabal, calificado para ser el Salvador de la humanidad. De modo que remonta esta genealogía a Adán, la primera generación de la humanidad. En la genealogía de Jesús presentada por Lucas, que presenta al Señor Jesús como un hombre cabal, no se menciona el título Cristo (Lc. 3:23- 38).
Por su parte Marcos, al darnos el registro de un siervo, no necesita contarnos el origen de tal persona. Para revelar que Jesús es Dios mismo, Juan tampoco necesita darnos la genealogía humana del Señor; al contrario, declara que Cristo, como Verbo de Dios es el propio Dios que era en el principio.
El reino, en el cual Cristo es Rey, está compuesto por los descendientes de Abraham, que incluyen tanto a sus descendientes en la carne como a quienes lo son por la fe. Por lo tanto, la genealogía de Cristo en Mateo comienza con Abraham, el padre del linaje llamado, y no con Adán, el padre del linaje creado.
El reino de Dios no es edificado con el linaje creado, el de Adán, sino con el linaje llamado, el de Abraham, que incluye a los israelitas verdaderos (Ro. 9:6-8) así como también a los que creen en Cristo (Gá.3:7, 9, 29).  En la genealogía de Cristo presentada por Mateo, la cual demuestra que El es el Rey, el Cristo de Dios, se menciona repetidas veces el título Cristo (vs. 1, 16-17).
Vemos que Abraham engendró ocho hijos (Gn. 16:15; 21:2-3; 25:2). De estos ocho, solamente Isaac es contado como la simiente prometida (Ro. 9:7- 8). Por lo tanto, Cristo es su descendiente para cumplir la promesa que Dios les hizo a Abraham y a Isaac (Gn. 22:18; 26:4).
Isaac engendró hijos gemelos, Esaú y Jacob (Gn. 25:21-26), pero solo Jacob (Mateo 1:3-5) fue escogido por Dios (Ro. 9:10-13). Por lo tanto, Cristo como descendiente de Jacob cumple la promesa que Dios les hizo a Abraham, a Isaac y a Jacob (Gn. 22:18; 26:4; 28:14).
La primogenitura de la simiente prometida es la doble porción de la tierra, el sacerdocio y el reinado. Rubén, por ser el hijo primogénito de Jacob, debió haber heredado la primogenitura, pero la perdió por haberse contaminado (Gn. 49:3-4; 1 Cr. 5:1-2). La doble porción de la tierra fue dada a José a través de sus dos hijos, Manasés y Efraín (Jos. 16 —17); el sacerdocio pasó a Leví (Dt. 33:8-10); y el reinado a Judá (Gn. 49:10; 1 Cr. 5:2). Por lo tanto, Cristo, el Rey del reino de Dios, es descendiente de Judá (He. 7:14), y como tal, hereda el reino. En esta genealogía no se mencionan ni los hermanos de Isaac ni el de Jacob, sino solamente los hermanos de Judá, pues sólo a éstos escogió Dios.
En las generaciones de Adán no se menciona ninguna mujer (Gn. 5:1-32). Pero en esta genealogía de Cristo, hay cinco mujeres. Sólo una de estas cinco era una virgen pura: María, descendiente del linaje escogido. Cristo nació de ella directamente (v. 16). Entre las demás —Tamar, Rahab, Rut (v. 5) y Betsabé, la que había sido mujer de Urías (v. 6), algunas eran gentiles, otras se habían vuelto a casar, y tres de ellas incluso eran pecaminosas: Tamar cometió incesto; Rahab era prostituta; y Betsabé cometió adulterio. Esto indica que Cristo no sólo está relacionado con los judíos, sino también con los gentiles, y aun con personas pecaminosas, y que es el Salvador real de los pecadores típicos. Tamar era nuera de Judá. Judá engendró de ella a Fares y a Zara por incesto (Gn. 38:6-30).
Fares y Zara eran gemelos. En el momento del parto, Zara sacó la mano, y la partera la marcó con un hilo de grana, indicando que él sería el primogénito. Sin embargo, Fares le precedió y fue el primogénito (Gn. 38:27-30). Fares no fue escogido por el hombre, sino que fue enviado por Dios, lo cual comprueba que Dios hizo la elección y no el hombre.
Rahab era una prostituta de Jericó (Jos. 2:1), un lugar que Dios había maldecido a perpetuidad (Jos. 6:26). Después de que ella se volvió a Dios y al pueblo de Dios (Jos. 6:22-23, 25; He. 11:31) y se casó con Salmón, un príncipe de Judá, la tribu principal (1 Cr. 2:10-11), dio a luz a Booz, un varón piadoso, del cual precedió Cristo. Esto demuestra nuevamente que no importa cuáles sean nuestros antecedentes, si nos volvemos a Dios y a Su pueblo y nos unimos a la persona apropiada en el pueblo de Dios, llevaremos el fruto apropiado y participaremos en el disfrute de la primogenitura de Cristo.  Booz redimió la herencia de su pariente y se casó con la viuda del mismo (Rt. 4:1-17). Con esto llegó a ser un grande y notable antepasado de Cristo.
El origen de Rut fue el incesto, pues ella pertenecía a la tribu de Moab (Rt. 1:4), fruto de la unión incestuosa que Lot tuvo con su hija (Gn. 19:30- 38). Deuteronomio 23:3 prohibió que los moabitas entraran en la asamblea de Jehová, hasta la décima generación. Sin embargo, Rut no sólo fue aceptada por el Señor, sino que también llegó a ser uno de los más importantes antepasados de Cristo, porque buscó a Dios y al pueblo de Dios (Rt. 1:15-17; 2:11-12).
Rahab, la madre de Booz, era cananea y prostituta, y Rut, la mujer de Booz, era moabita, de origen incestuoso, y viuda. Ambas eran gentiles y de clase baja; no obstante, ellas están asociadas con Cristo.
En Is. 11:1 se profetizó que Cristo sería “un retoño del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces”. Cristo salió de Isaí. Sin embargo, Is. 11:10 dice que Cristo es la raíz de Isaí, lo cual indica que Isaí salió de Cristo. Isaí produjo a Cristo; por estar arraigado en Cristo, hizo que El se extendiera.
David fue el octavo hijo de su padre, y fue elegido y ungido por Dios (1 S. 16:10-13). El número ocho significa resurrección. El hecho de que David, el octavo hijo, fue elegido por Dios, indica que está asociado con Cristo en resurrección. Además, era un varón conforme al corazón de Dios (1 S. 13:14) y trajo el reino de Dios para Cristo. David fue la última generación de los patriarcas. Fue también el primero de las generaciones de los reyes. El fue la conclusión de una época y el principio de la siguiente. Marcó el cambio entre dos eras por haber traído el reino de Dios y estuvo estrechamente asociado con Cristo. En esta genealogía, sólo David es llamado “el rey”, pues por medio de él fueron establecidos el reino y el reinado.
Cuando David cometió asesinato y adulterio, fue reprendido por el profeta Natán, a quien Dios había enviado intencionalmente para condenarlo (2 S. 12:1-12). Al ser condenado, David se arrepintió. El salmo 51 relata su arrepentimiento. Se arrepintió y Dios lo perdonó (2 S. 12:13). Luego engendró a Salomón (2 S. 12:24). Por lo tanto, Salomón es el resultado de la transgresión y del arrepentimiento del hombre junto con el perdón de Dios.
La genealogía presentada por Mateo dice que David engendró a Salomón, pero la genealogía presentada por Lucas dice que Natán fue hijo de David (Lc. 3:31). En 1 Cr. 3:5 vemos que Natán y Salomón eran dos personas distintas. Lucas enumera los descendientes de Natán, el hijo de David que fue el antepasado de María; mientras que Mateo presenta los descendientes de Salomón, el hijo de David que fue el antepasado de José.
Una de las genealogías es el linaje de María, la esposa; la otra es el linaje de José, el esposo. Tanto María como José eran descendientes de David. Por la soberanía de Dios ellos se unieron en matrimonio, de modo que por medio de María, José quedó indirectamente asociado con Cristo. Cristo puede ser contado como descendiente de David tanto por linaje de Salomón como por linaje de Natán. Por lo tanto, tiene dos genealogías.
En realidad, Salomón no fue un antepasado directo de Cristo. Su relación con Cristo fue indirecta, por medio del matrimonio de su descendiente José y María, de la cual nació Cristo (v. 16). El Antiguo Testamento no dijo que Cristo sería descendiente de Salomón, sin embargo sí profetizó repetidas veces que Cristo sería descendiente de David (2 S. 7:13-14; Jer. 23:5). Aunque Cristo no fue descendiente directo de Salomón, de todos modos se cumplieron las profecías del Antiguo Testamento acerca de Cristo como descendiente de David.
A partir de Roboam, el reino de David fue dividido (1 R. 11:9-12; 12:1-17). De las doce tribus, una fue preservada por causa de David (1 R. 11:13), es decir, por causa de Cristo. Cristo necesitaba el reino que pertenecía a la casa de David, porque tenía que nacer como heredero del trono de David. Después de dividirse, el reino de David constaba de dos partes. La parte del norte fue llamada el reino de Israel (un nombre universal), y estaba compuesta de las diez tribus de Israel; la parte del sur fue llamada el reino de Judá (un nombre local), y estaba compuesta de dos tribus, Judá y Benjamín. Aunque el reino de Israel era más universal que el de Judá, ni un solo nombre de los reyes de Israel fue incluido en la genealogía de Cristo. Los reyes de Israel fueron excluidos porque no estaban asociados con Cristo. Estaban interesados en algo que no era Cristo.
En la genealogía consta que “Joram engendró a Uzías”. Sin embargo, 1 Cr. 3:11-12 dice: “De quien fue hijo Joram, cuyo hijo fue Ocozías, hijo del cual fue Joás, del cual fue hijo Amasías, cuyo hijo fue Azarías” (el cual es Uzías, 2 R. 15:1, 13). Tres generaciones  Ocozías, Joás y Amasías, fueron omitidas. Esto ha de haber sido por el matrimonio maligno de Joram con la hija que tuvieron Acab y Jezabel, lo cual corrompió a los descendientes de Joram (2 Cr. 21:5-6; 22:1-4). Conforme al principio de Ex. 20:5, tres generaciones de los descendientes de Joram fueron cortadas de la genealogía de Cristo.
En la genealogía consta que “Josías engendró a Jeconías”. Sin embargo, 1 Cr. 3:15-16 dice: “los hijos de Josías ... el segundo Joacim ... los hijos de Joacim: Jeconías su hijo”. Una generación —Joacim— fue omitida en la genealogía de Cristo. Esto debe de haber sido porque Joacim fue hecho rey por el faraón de Egipto, para quien recaudaba impues- tos (2 R. 23:34-35). Jeconías no fue contado como rey en la genealogía, porque nació durante el cautiverio y fue un cautivo (2 Cr. 36:9-10; Joaquín es Jeconías). Según la profecía de Jer. 22:28-30, ninguno de los descendientes de Jeconías heredaría el trono de David.
Si Cristo hubiera sido un descendiente directo de Jeconías, no habría tenido derecho al trono de David. Aunque Jer. 22:28-30 dice que todos los descendientes de Jeconías están excluidos del trono de David, Jer. 23:5 dice que Dios levantaría a David un Renuevo, un Rey que reinaría y prosperaría. El Renuevo es Cristo. Esta profecía confirma que Cristo sería descendiente de David, que no era descendiente directo de Jeconías, y que heredaría el trono de David. En esta genealogía no se mencionan los hermanos de ninguno de los reyes. No obstante, aquí se mencionan los hermanos de Jeconías, comprobando así que Jeconías no fue contado como rey en esta genealogía de Cristo.
Se refiere a la deportación de los hijos de Israel como cautivos a Babilonia. Así también en el v. 17. Aun los que fueron llevados a Babilonia como cautivos fueron incluidos en este sagrado relato de la genealogía de Cristo, porque tenían una relación indirecta con Cristo por medio de María, esposa de uno de sus descendientes y madre de Jesús.
“Jeconías engendró a Salatiel; y Salatiel engendró a Zorobabel”. Compárese este relato con el de 1 Cr. 3:17-19: “Los hijos de Jeconías ... Salatiel ... Pedaías ... Los hijos de Pedaías: Zorobabel...”, lo cual muestra que Zorobabel fue hijo de Pedaías, hermano de Salatiel. Zorobabel no era hijo de Salatiel, sino sobrino, no obstante llegó a ser su heredero. Tal vez éste fue un caso conforme al principio de Dt. 25:5-6. Aun esa porción de Deuteronomio está relacionada con la genealogía de Cristo.
Zorobabel fue uno de los líderes que regresaron a Jerusalén del cautiverio de Babilonia (Esd. 5:1-2). El fue también un líder en la reedificación del templo de Dios (Zac. 4:7-10). El Antiguo Testamento predijo que Cristo, como descendiente de David, nacería en Belén (Mi. 5:2; Mt. 2:4-6). Si el pueblo de Dios no hubiera regresado del cautiverio, no habría sido posible que Cristo naciera en Belén. El mandato de Dios de que los cautivos regresaran no sólo tenía como fin la reedificación del templo de Dios, sino también hacer los preparativos para el nacimiento de Cristo en Belén. Cristo necesitaba que algunas personas estuvieran en el lugar apropiado para traerlo a la tierra la primera vez. Del mismo modo, para Su segunda venida, Cristo necesita que algunos de Su pueblo regresen del cautiverio a la vida apropiada de iglesia.
Aquí la genealogía dice: “Jacob engendró a José”, pero Lc. 3:23 dice: “José, hijo de Elí”. La narración de Lucas era “según la ley” (traducción literal de “según se creía” en Lc. 3:23), lo cual indica que José no era realmente hijo de Elí, sino que según la ley fue contado como su hijo. José era yerno de Elí, el padre de María. Este puede haber sido un caso conforme al principio de Nm. 27:1-8 y 36:1-12, donde el precepto hecho por Dios dice que si alguna familia sólo tenía hijas por herederas, la herencia debía pasar a las hijas, las cuales a su vez debían casarse con un hombre de su propia tribu, a fin de que la herencia quedara dentro de esa tribu. Incluso tal precepto del Antiguo Testamento está relacionado con la genealogía de Cristo, lo cual muestra que toda la Escritura es una narración acerca de Cristo.
Al llegar a este punto, esta genealogía no dice: “José engendró a Jesús”, lo cual concordaría con lo dicho acerca de las personas anteriores; más bien dice: “José, marido de María, de la cual nació Jesús”. Jesús nació de María, no de José, ya que fue profetizado que Cristo sería la simiente de la mujer y nacería de una virgen (Gn. 3:15; Is. 7:14). Cristo no podía haber nacido de José, porque José era hombre y era descendiente de Jeconías, cuyos descendientes no podían heredar el trono de David (Jer. 22:28- 30). En cambio María era virgen y era descendiente de David (Lc. 1:27, 31- 32); como tal, era la persona apropiada de quien debía nacer Cristo. El matrimonio de José y María relacionó a José con Cristo, y unió en un solo linaje las dos líneas genealógicas de Cristo para que Cristo viniera.
La genealogía de Jesucristo comienza con Dios y llega a Jesús. Va de Dios a Adán, de Adán a Abraham, de Abraham pasa por Isaac y Jacob, y llega a David. Después de David, se divide en dos líneas, la primera de las cuales va de Natán a María, y la segunda, de Salomón a José. Finalmente, estas dos líneas se unen con el matrimonio de María y José para que Jesucristo viniera. Por tanto, Cristo aparentemente era descendiente de Jeconías, quien parecía estar en la línea de la familia real; en realidad, Cristo no descendía de Jeconías, el antepasado de José, sino de David, el antepasado de María, y por esto estaba calificado para heredar el trono de David.
Abraham, David y María fueron las tres personas cruciales en producir a Cristo. Abraham representa una vida por fe; David representa una vida que está bajo la operación de la cruz; y María representa una vida absolutamente entregada al Señor. Por medio de estas tres clases de vidas Cristo fue introducido en la humanidad.
El nombre Cristo se recalca aquí para comprobar que Jesús es el propio Mesías (el Cristo) profetizado en el Antiguo Testamento.
Esta genealogía está dividida en tres períodos: (1) desde Abraham hasta David, catorce generaciones, la era anterior al establecimiento del reino; (2) desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones, la era del reino; (3) desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo, también catorce generaciones, la era posterior a la caída del reino.
David es el fin de las generaciones de los patriarcas y el principio de las generaciones de los reyes. El fue la persona utilizada por Dios como la marca divisoria que concluiría la sección de los patriarcas y comenzaría la sección de los reyes.
La narración de Lucas comienza con Jesús y se remonta a Dios. La de Mateo comienza con Abraham y llega a Cristo. La crónica de Lucas se remonta a Dios; la de Mateo va en dirección opuesta hasta llegar a Cristo.
Todas las generaciones estaban dirigidas hacia Cristo y trajeron a Cristo. Cristo es la meta, la consumación, la conclusión, el completamiento y la perfección de todas las generaciones; como tal, El cumple las profecías. Aunque Cristo nació de María (v. 16), era hijo del Espíritu Santo. El nacimiento de Cristo procedió directamente del Espíritu Santo (v. 20). Su fuente fue el Espíritu Santo y Su elemento era divino. Por medio de la virgen María, El se vistió de carne y sangre, la naturaleza humana, tomando la semejanza de la carne (Ro. 8:3), la semejanza de los hombres (Fil. 2:7).
Realizada la concepción, El nació con la naturaleza humana, para ser un Dios-hombre, y así poseer tanto la divinidad como la humanidad. Este es el origen de Cristo. Lit, proveniente de Jesús es el equivalente en el griego del nombre hebreo Josué (Nm. 13:16), el cual significa Jehová el Salvador o la salvación de Jehová. Por lo tanto, Jesús no sólo es un hombre, sino Jehová, y no sólo Jehová, sino Jehová como nuestra salvación. Así que, El es nuestro Salvador. Aquel que nos introduce en el reposo (He. 4:8; Mt. 11:28-29).
Este hijo, el hijo de la virgen, es la simiente de la mujer, de la que se profetizó en Gn. 3:15. Jesús fue el nombre que Dios le dio, mientras que Emanuel, que significa Dios con nosotros, fue como los hombres le llamaron. Jesús el Salvador es Dios con nosotros. El es Dios y también es Dios encarnado para morar entre nosotros (Jn. 1:14).

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